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Diario El Pais 30 de Agosto de 2018, seción de Opinión
Firma el Artículo Fernando Savater.
Los coetáneos del celebrado costumbrista Mesonero Romanos llegaron a preguntarse si el autor de las “escenas matritenses” estaba dotado de un prodigioso oído para el habla popular o es que los madrileños adoptaban el gracejo de los personajes que creó. De modo parecido pero con mayor preocupación, me pregunto si mis conciudadanos realmente son tan pánfilos y sectarios como aparece en los medios informativos o es que compiten dócilmente por parecerse a lo que allí se muestra. Porque lo que mejor les cuadra son unos versos de Karmelo C. Iribarren: “Hay que mirar el futuro con optimismo, decían, / como si tras conocerles tal cosa fuese posible”. Con la mayoría de los amigos lejos y alguno ya inalcanzable, como mi querido Vicente Verdú, que hubiera sido de mí este verano sin la compañía de varios poetas. Son ellos los que aciertan a transmitir la entraña dudosa e inmanejable de la vida, que es lo único que merece la pena vislumbrar de ella. También en agosto...
Además de La frontera (Renacimiento), de Iribarren, con viñetas ricas en intuición y mínimas en retórica que además se pasean como yo por Donosti, he leído estos días Y, de Andrés Trapiello (Pre-Textos), una auténtica cura de cordialidad lírica y salud literaria. Sobre todo, he convivido con Difícil es el alba (Renacimiento), la antología poética de Mario Míguez, aquel joven amigo desaparecido demasiado pronto al que tanto quise y del que tanto aprendí. Su voz me parece merecer el mismo homenaje que alguien dedicó a la de un gran actor inglés: un clarín envuelto en terciopelo. Capaz de condensar todo lo pendiente en siete palabras: “Traicionado el amor, ya todo es nada”. ¡Qué grande sería nuestro abandono sin la compañía de los poetas! ¡Y qué pocos poetas hay, aunque tantos hagan versos!.
Puede consultar el Articulo publicado en El Pais.